Aquel pajarillo no era un buen pájaro. en vez de alegrarse por su belleza y regocijarse a su lado con su frescura e inocencia, trataba casi todo el tiempo de darse importancia, utilizando para ello su libertad y haciendo sentir al lirio lo atado que estaba al suelo.
El pajarillo era además un charlatán y narraba al tuntún cosas y más cosas, verdaderas y falsas; contaba cómo en otras tierras había otros muchos lirios maravillosos, junto a los cuales se gozaba de una paz y una alegría, un aroma, un colorido y un canto de pájaros indescriptibles.
El pájaro daba fin a cada historia con alguna variaciópn de la siguiente frase: "comparado con ellos pareces un don nadie. Eres tan insignificante que no se con qué derecho te llamas a ti mismo un lirio".
Cuanto más escuchaba al pájaro, mayor era la preocupación del lirio. No podía dormir tranquilo ni despertarse alegre. se pasaba el día entero pensando que era un desgraciado, que estaba encarcelado y atado al suelo, que no era justo.
El murmullo del agua, que siempre lo había acompañado, se le antojó aburrido y los días se le hicieron cada vez más largos.
Y empezó a hablar consigo mismo:
-Es muy fastidioso esto de tener que oír eternamente un día tras otro lo mismo.. Es algo inaguantable. Y encima parecer tan poca cosa como yo.. Ser tan insignificante como el pajarillo dice que soy.. ¡Ay! ¿Por qué no me tocó existir en otra tierra, en otras circunstancias? ¿Por qué no habré nacido yo en aquella tierra lejana? Yo no aspiro a lo imposible, a convertirme en algo distinto de lo que soy, por ejemplo en un pájaro; mi deseo es simplemente llegar a ser un lirio maravilloso, a lo sumo el más maravilloso de todos.
Mientras tanto, el pajarillo iba y venía, y en cada visita y cada despedida hacía crecer la inquietud del lirio.
Por fin, un día, la flor se confió completamente al pájaro y le contó sus deseos. Le pidió ayuda para cambiar.
Por la mañana temprano vino el pajarillo; con su pico echaba a un lado la tierra que rodeaba la raíz del lirio para que este pudiera quedar libre. terminada la tarea, el pájaro se irguió vanidoso, guiñó un ojo al lirio, sacó pecho y tomando al lirio, lo levantó en el aire y lo partió.
El pájaro había jurado llevar al lirio allá donde florecían otros lirios maravillosos; después lo ayudaría a quedarse plantado allí y, gracias al cambio de lugar y al nuevo entorno, sería el pájaro el primer testigo de la transformación.
¡Pobre lirio, se marchitó por el camino!
Jorge Bucay